martes, 15 de septiembre de 2009

Liffschitz

Primero me pareció natural; la neurosis es muy entretenida, concluí. Esencialmente te entretiene: te lleva y te trae como en un parque de diversiones que, claro, incluye el horror, pero que sin lugar a dudas te tiene a su merced contándote todo tipo de historias, armando redes, construyendo relatos, y eso ocupa tiempo, espacio, emociones, pensamientos constantes, elucubraciones, deducciones, teorías, teoremas, hipótesis, comprobaciones, acciones, lo ocupa todo.

martes, 8 de septiembre de 2009

Yo mismo

Según JJ:
Ahora, en soledad y meditación, es el único momento del día en el que soy plenamente yo y estoy conmigo sin escollos ni obstáculos, y en que puedo decir realmente que soy lo que la naturaleza ha querido.

jueves, 3 de septiembre de 2009

El imperio del culo

Por Silvia Ons:

Pensemos en la importancia mediática del “trasero” en nuestros días; el asunto trasciende la concreta atracción por esa parte del cuerpo. En efecto, el gran goce de la época consiste en develar todo aquello que está “por detrás”. Ese gusto incluye la fascinación por los backstages, la complacencia voyeurista por Gran Hermano, la impulsión por dar a ver fotos con procacidades sexuales, los chismes artísticos (proliferan los programas “especializados” en ese rubro) y todo aquello que muestre lo que hay detrás de bambalinas. En otro orden, lo mismo se revela en el deleite por sondear qué hay detrás de la vida de un gran hombre, qué secreto lleva en las espaldas, cuáles son sus debilidades de sus aventuras libidinales. Al pretendido lema de hacer aparecer los aspectos más humanos de las figuras relevantes subyace el placer mórbido de rebajar la imagen, metafóricamente “mostrar su trasero”, igualarlo con el de todos.

No es casual que esa parte del cuerpo sea aquella en la que los sexos no se diferencian; el “imperio del culo” es así, el imperio de la igualdad, donde las diferencias que sí importan se reducen a... tener un buen culo o no (o a los distintos formatos a los que se alude: estilo “pera”, “campestre”, “melones”...).

Y todo ello va en desmedro de la importancia del rostro en su máximo valor expresivo, en su extremo más sensible. ¿Acaso no se lo tapa, cuando se quiere que no se identifique a una determinada persona? Por lo menos no deben verse los ojos, lo cual indica el poder para el reconocimiento que alberga la mirada.

martes, 1 de septiembre de 2009

Qué importa quién habla

"El autor no es una fuente indefinida de significaciones que se colmarían en la obra, el autor no precede a las obras. Existe un cierto principio funcional a través del cual, en nuestra cultura, se delimita, se excluye, se selecciona: en una palabra, es el principio a través del cual se obstaculiza la libre circulación, la libre manipulación, la libre composición, descomposición y recomposición de la ficción"